jueves, 13 de diciembre de 2012

Una monumental edificación: el Acueducto de Querétaro

Uno de los grandes símbolos de nuestro estado es el Acueducto, que es parte del paisaje cotidiano de la ciudad capital Querétaro y que sin embargo, a pesar de ser la imagen del estado, tal vez pocos conozcan su historia, la cual es bastante interesante.

El acueducto de Querétaro, es una monumental edificación actualmente de 74 arcos que alcanzan una altura promedio de 23 m y una longitud de 1300 m. Este acueducto es símbolo de la Ciudad de Querétaro y uno de los más grandes de México.



Aunque la gente considera sinónimos "los arcos" y "el acueducto", los arcos son sólo la parte visible y espectacular de un largo acueducto, simple canal oculto y desconocido pues parte. 

Se debe al benefactor de Querétaro Juan Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien lo mandó construir entre 1726 y 1738 para satisfacer una petición de las monjas capuchinas y llevar agua hasta la ciudad. No sólo puso la mayor parte del capital, sino que él mismo trazó, calculó y se sumó a la labor de docenas de trabajadores. Según la leyenda, estaba enamorado de una de las monjas y por eso gastó una inmensa fortuna para construir el acueducto. 


Desde la segunda mitad del siglo XVII, cuando fue nombrada "Tercera Ciudad", la ciudad de Querétaro se había convertido en una de las poblaciones más prósperas y hermosas de la Nueva España, alcanzando en el siglo XVIII su mayor prosperidad y desarrollo urbano. Sin embargo, la ciudad carecía de un eficaz y saludable servicio de agua potable, pues los viejos canales y cañerías que surtían a la ciudad conducían aguas sucias y malsanas, contaminadas por los obrajes. Las monjas capuchinas, protegidas del marqués Juan Antonio, debieron exponerle sus quejas sobre la necesidad que tenían de agua limpia para sus menesteres, porque aunque Querétaro tenía sobrada agua del río, le faltaba pureza y claridad.



El Marqués comunicó su resolución al Ayuntamiento, cuyos ediles prometieron ayuda hasta de $25 000, que se proponían recaudar entre los vecinos. El marqués buscó en los alrededores de Querétaro la fuente que había de surtir el preciado líquido. Examinados diversos manantiales, encontró que el más adecuado, por estar su nivel a conveniente altura en relación con el de la ciudad, era el llamado Ojo de Agua del Capulín, por un árbol de ese nombre que ahí estaba, en el poblado de La Cañada. Al principio no era muy grande el caudal de agua que entonces rendía, siendo solamente de un surco; pero después, gracias a las obras que emprendió el Marqués, se aumentó la corriente a cuatro mil pajas, cantidad equivalente más o menos a treinta litros por segundo.

Un detenido estudio del terreno, hizo ver a don Juan Antonio que brotaban en aquel punto no menos de dieciocho veneros, entre grandes y pequeños, por lo que el marqués decidió construir una gran alberca o poza para captar en ella el agua que en conjunto producían, y de allí conducirla por canal hasta Querétaro. Esta, de forma muy irregular y, según don Heraclio Cabrera, “carente por completo de belleza arquitectónica”, a pesar de que el marqués adornó su frente principal con una estatua de San Antonio, dentro de un nicho, hoy inexistente. En el lado opuesto, se estableció la toma de agua. Una vez terminada la alberca, se construyó una barda alrededor de ella de bastante altura para protegerla y la llave de su última puerta de ingreso se entregó a uno de los regidores.